miércoles, 20 de mayo de 2009

Gracias a las redes de amor que se tejieron para él, pudo apropiarse de las estrategias que lo ayudaban a funcionar, no sin esfuerzo, para realizar hasta las cosas que a todos nos resultan muy simples.
Iván, “el niño de la memoria prestada” había tenido que madurar apresuradamente.
Contaba con unos trece años cuando dejamos de verlo. Serio, pero con sentido del humor. Resignado a su dolencia, pero no a bajar los brazos para salvar los obstáculos que se le proponían.
Iván, un ejemplo de vida. Alguien que a pesar de las adversidades en las que estuvo inmerso, era feliz y capaz de amar y recibir amor; y de tal forma que contagiaba esta energía que movilizó a los que lo conocimos a poner un plus a nuestras inercias. A esas que a todos alguna vez nos arrastran. Porque a todos alguna vez les oí decir:

“No puedo dejar de buscar las formas de aportarle algo desde mí, viendo el esfuerzo que hace y lo amoroso y agradecido que es”
Todos tuvimos algo para aprender de él.

“A estar agradecido por tu vida”.

FIN.

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