domingo, 16 de agosto de 2009

LA DAMA DE HIELO

Hubo una vez, dos personas que se reencontraron por causalidad, en un extraño mundo dentro del universo. Mundo al que sólo muy pocos pueden entrar.

Éste mundo carecía de tiempo. Era un lugar donde, nadie recordaba este artefacto medidor, y en cuya sociedad solo se mencionaba el concepto en los cuentos de ficción.

Tampoco entendían el concepto, pues carecía de sentido instituirlo. No les servía.

Allí los cuerpos no eran importantes, sólo se consideraba el “ente”.

Estaba poblado de diversos personajes con un pasado que ya no recordaban; porque sólo podían permanecer los que se habían despojado de todo lo innecesario para poder amar y ser felices.

En realidad, sólo la potencialidad de poder lograr esto, era la condición para encontrar el camino que conducía a éste fantástico lugar, donde tanto el sol como la lluvia representan la alegría; donde el agua y el fuego son elementos precisos, y la tierra es venerada por sostenerlos y brindarles sus frutos.

En el lugar donde los glaciares permanecían ininmutables; se hallaba el único vestigio de otro mundo. La dama de hielo.

Cuenta la historia que ésta frágil mujer había llegado en una era que nadie conocía; porque había encontrado el portal para entrar por voluntad de las deidades; sólo sabían por indicios que ellos llamaban divinos, que su corazón estaba preservado allí, aunque no sabían muy bien de qué.

Si no se preservaba el corazón allí, sería indefectible la muerte de este ente.

Y como no sanaba, los habitantes del mundo; como eran muy sabios, dejaron excepcionalmente que se quede.

Entonces guardaron a la dama en un témpano y permaneció allí donde nadie podía acercarse a hacerle daño con espejismos de amor.

Y pasaron los siglos; dentro del bloque de hielo transparente, podían verla descansar en paz, con sus manos juntas sobre el pecho desnudo, los pies descalzos y flores blancas rodeando su cabeza a modo de corona, era lo que posaba sobre su cabeza. Flores que por ser mágicas, como todo allí, permanecían frescas en la eternidad.

Una túnica translúcida era su vestimenta. Dicen que cuando llegaba el alba, solo por un instante, los rayos del sol eran reflejados en sus cabellos e irradiaban rayos de oro que iluminaba todo el planeta fugazmente; para recordarle a todos que todo era posible; porque la dama no estaba muerta, estaba esperando, nadie sabía que a o quién, pero cierto embrujo hizo que si permanecía despierta, no podía olvidarse de contar el paso del tiempo.

Los lugareños echaban flores sobre las aguas heladas y los enamorados pasaban a contemplarla, para que nunca se olvide por qué había venido.

Y llegó por causalidad un alba, que hubiese sido como cualquier otra, un ser tan bello que hizo espejo en los rayos que la dama reflejaba y la luz fue tan intensa que el resto de los entes, despertaron inundados de una sensación tan extrañamente indomeniable y placentera que salieron desnudos de todo para tratar de capturar algo de ésta señal divina a través de sus superficies etéreas, porque supieron inmediatamente que inundados de esta energía ya no existía posibilidad alguna de que la muerte, fuese una entidad que pudiese alterar los amores sublimes. Ya nada podía obstaculizar la eternidad.

Corrieron hacia el lago plenos de vida, los entes, las musas, los seres abstractos y los animales también. Las deidades observaron complacidas desde lo alto y por primera vez, los entes las pudieron ver corporeizadas en todo su esplendor y perfección.

El ente recién arribado desde el universo, entro desnudo y camino en las aguas heladas hacia el témpano, y al contemplarla el hielo comenzó a ser agua y sin esperar que termine el derretimiento, trepó sin dudar para alcanzarla. Y la dama abrió los ojos, como si siempre hubiese sabido que era el momento preciso para hacerlo; y en el encuentro de sus ojos supieron que habían terminado, la espera para ella y la búsqueda para él. No hicieron falta palabras, el cuerpo del témpano había recobrado calor, el alma del ente sabía que ya nunca desaparecerían, y las deidades lloraron de emoción ante tanta hermosura y cuando unieron sus bocas en un beso se estremeció el universo…

Desde entonces, cuenta la leyenda, que todo aquel que haya sentido que su amor existe, y si existe “es”, sólo debe encontrar el portal que lo conduzca hacia este mundo que no está en ninguna parte física, donde todo es posible porque sólo se encuentra por la convicción de que existe, que nada es imposible, que la inercia es solo inercia, que es el deseo el que pulsa y conduce hacia donde el corazón quiera ir y despojado de todo el ente finalmente puede amar plenamente.

En este mundo sin tiempo cada alba y en cada ocaso se honra el amor haciéndolo posible sin temor a perderlo.

Paz Lera.