miércoles, 15 de abril de 2009

"ESPOSAS- OS ... en el siglo XXI

ESPOSAS-OS… EN EL SIGLO XXI

Quizás a los más jóvenes les parezca novedosos; peor como trato de escribir sin prejuicios acerca de lo que será interpretado; por ahí les venga bien para acercarse a los de más de cuarenta y abrir el diálogo sobre éste tema.
Nos criaron para ser “esposas/os”. Y, sí.
Volviendo a lo que nos tocó vivir de un siglo a otro, siendo pequeñas-os, nuestro futuro “sugería” ser una buena esposa-o; lo cual no es poco decir.
Ésta ardua tarea infería una serie de entregas y renuncias que aceptaríamos con gran felicidad. Después de todo, era lo que nos tocaba “ser” como “género”.
Pero como el devenir es sorprendente, maravilloso y vertiginoso; los que vivimos esa experiencia y nos divorciamos y los que no también; nos encontramos de la noche a la mañana con que todo había cambiado.
Y allí comenzó nuestro periplo, primero tratar de entender ¿cómo es étc? Y luego la fase de las estrategias de adaptación.
En un primer momento a muchos les habrá sucedido, que se sintieron “engañados”, tipo el adolescente que descubre que los padres todo poderosos de la infancia no lo son , como ellos suponían; sino que tenemos debilidades y somos tan “humanos” que bien lejos estamos de la “Mujer Maravilla” o de “Superman”.
En el ¿Cómo es esto?, algunos, con mayor o menor dificultad, comenzaron a tratar de comprender lo de “las nuevas clases de vínculos”, “familias ensambladas”, “subrogados paternos y maternos”, etc.
Ni hablar de los que pasaron de tener cuatro abuelos a dieciséis, quinientos tíos, mil primos, etc, etc, etc.
Donde quedan las “esposas-os” del siglo XXI en éste contexto.
Bueno, probablemente entre, seguir pasando el trapo de piso, dedicarse de lleno a la profesión, revolear el calzón (para no quedar fuera de tono con el resto), mientras seguimos rascándonos la cabeza absortos.
Entre tanto, vociferamos el discurso post moderno “relación sin compromiso”, a mi no me enganchan más”, “no conviviría con nadie” y podría citar un millón de frases más ante la que se aliena lo que a veces sentimos “pero yo quería tener una familia”.
Si, ensamblada, clásica, gay, cómo sea.
Muchos queríamos a los pibes morfando en una mesa grande, cuidados y contenidos por un hombre y una mujer, “llámese pareja”. Los tuyos, los míos, los nuestros, todos disfrutando de lo que por más que reneguemos, es el lugar primario que nos constituye, una familia.
Ahora bien, mareados por las nuevas usanzas. Sopesando lo económico a lo afectivo y cagados de miedo, tanto hombres como mujeres, no sabemos muy bien de qué se trata ser “pareja”, “compañero-a de alguien”.
Y los que promulgan taxativamente éstas cuestiones, no es común verlos llevarlas a la práctica, porque por una razón o por otra, nos ocupamos laboriosamente de esquivar el compromiso.
Vuelco estos pensamientos, tal vez desordenados; pero con el sólo fin de invitar a la reflexión, a que se toque el tema en el café, en el asadito o en la pausa en la que a veces tenemos charlas solemnes con nuestros amigos.

(continuará).

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