domingo, 9 de enero de 2011

MIEDO


Miedo. Miedo al miedo que todo lo oscurece.

Miedo por vivencias que dejaron su huella, y se divierte asaltándonos de cuando en cuando llenándonos de ansiedad.

¿Es este miedo por algo real o trajimos algo de la realidad a jugar en este escenario para justificar el fantasma?

Se dice por ahí que el tiempo todo lo borra. ¿Lo borra?

Si algo puede borrar una cicatriz de nuestro “ser” no es el tiempo por cierto, tal vez lo cure o lo alivie el encontrarse con el opuesto, con la contrapartida de la situación dolorosa y poder creer que es verdad, que existe algo diferente, un uno distinto de cero, un dos distinto de uno… solo.

“Trauma”, con que facilidad se expresa, con que angustia se vive. En el camino a sepultarlo nos sorprende una y mil veces súbitamente, llenándonos de inseguridad y desconfianza, y desesperados en esta atadura que nos paraliza tomamos el teléfono en busca de ese mensaje que te devuelva el oxígeno para volver a respirar; y en el alivio, el mar de lágrimas viene a llevarse con ellas ese instante de oscuridad por su curso descendente.

Y allí sale, sale todo ese no se qué en forma de fluido por los ojos, como si viniesen a lavar el espejo y luego de ver las formas distorsionadas, al secarse el llanto el espejo te devuelve la calma que tanto necesitabas, entonces el cuerpo se relaja, deja la defensiva y sin miedo, retoma el sueño, el diurno el nocturno, el de la vigilia o onírico.

Y disipado el miedo, la oscuridad deja paso a luz, al poder sentir sin ponerse la armadura, a bajar las defensas y reposar en pos de que nunca es tarde, de que no existe una sola oportunidad en la vida, que lo que deseamos existe y es posible…solo hay que encontrarlo. No será fácil, el desafío es la resignación o el darse permiso para apropiarse de lo que merecemos, y definitivamente todos merecemos ser felices, y si el deseo es genuino y el coraje es irrompible, nada ni nadie podrá contra ello.

Permítanse desear sin miedo.

paz. Lera.

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