jueves, 4 de junio de 2009

            MOMENTOS COMUNES

 

            Mezcla extraña de momentos de felicidad,  tristeza, temores, y vaya uno a saber cuantos sentimientos más que tal vez no tengan siquiera nombre.

 

            El asalto de su recuerdo que viene a conmover el corazón y a erizar la piel, y de pronto la angustia porque no está y lo que es peor; no estará. Él que nunca terminó de acercarse pero tampoco de irse.

 

            La tristeza de la que pensó que era amor y se confundió tanto que se quedó sola e indefensa con un hijo en el vientre. Hijo que llegará a éste mundo a zambullirse en un mar revuelto por las heridas despiadadas y la soledad más cruel, la que se provoca por la hipocresía del que supone que expiará sus pecados en un retiro.

            Nunca mejor dicho, un espíritu que se retira a esconderse tras el disfraz de un rezo vacío.

            Si existe el infierno, es el que provocó acá, en éste espacio y en ésta dimensión.

 

Cristo en el cielo, yo en la tierra y El también conmigo, con vos y con ellos.

 

            Felicidad, sí. La del los adolescentes, jóvenes y viejos que contagian esas ganas de tomar la vida con ambos brazos y abrazarla muy fuerte; al verlos disfrutar de lo más simple, del sentimiento que otros medirían en milimicrones como si fuesen lo macro, lo imposible.

 

            Ese chiquito Down que sonríe y te acaricia amoroso; esa mirada pura que no sabe ser ingrata, a pesar de los que se alejan por temor a lo desconocido, o porque se creen supuestos “sanos e inteligentes”.

 

            La destreza del chico que patea la bocha como Maradona a pesar de que la panza le haga ruidos porque pasa días sin comer, y se siente “ el diez” y vitorea con los bracitos flacos en alto como si todo el estadio estuviese vivando su nombre. Y se queda mirando al cielo, parado sobre las patas sucias, disfrutando del momento glorioso; para acostarse a soñar con ese “gol” imaginario en un escalón de piedra dura.

            Entonces sueña que viene “el Diego” y le dice, “vamos pibe yo también tuve ese sueño y es posible”, y disfruta sueños de oro.

 

            La madre que sostiene la mirada de su hijo de veinte años igual que cuando tenía días de vida.

 

            Esa mascota que espera la caricia día a día, y solo sabe dar compañía y hacer desorden. Ese perro  al que le contamos lo que nos pasó y nos escucha atentamente sin juzgarnos; el gato que se refriega en tus pantalones nuevos y los llena de pelos; pero no te importa porque sólo él puede ronronear cuando recibe tus mimos.

 

            La injusticia, la que ejercen los injustos. Los que creen que serán felices porque otro paga el coste de su materialismo.

 

            Los amores ¡cuántos! De pareja, de abuelos y nietos, de padres e hijos, de familiares, de amigos, de los hijos de éstos.

El tuyo y el mío, el nuestro.

 Los de verano, los de invierno, los adolescentes, los maduros, los del otoño de esta vida, los de la vejez; con más mates, canas, arrugas, dolencias y compañerismo. Ese sí que manso,  no desperdicia ni un segundo, porque está más cerca la parca que acecha el cuerpo gastado.

 

            Los que se extrañan porque las vueltas del destino ponen distancias inconmensurables que hacen que se le caigan lágrimas al corazón, pero se bancan porque a veces para alcanzar ciertas metas hace falta irse lejos.

           

            Los reencuentros, esos que marcas día a día en el almanaque esperando que se produzcan.

 

                        Las cuentas regresivas; para los nacimientos, las vacaciones tan esperadas, para el cumpleaños de quince, la boda. Para que te entreguen tu primer departamento, para que lleguen las cero horas del 31 de Diciembre. Y una vez más, renovamos esperanzas, hacemos promesas para el año que comienza y anhelamos profundamente que sea mejor que el anterior.

 

            Los hijos que crecen, los padres que maduran, los “trapos” que envejecen. Y mirás para atrás y te preguntás ¿ese era yo?, y como somos optimistas y Narcisos decimos “pero ahora soy más interesante y más sabio”.

 

            Los sueños cumplidos, los que se van a cumplir.

            Los proyectos que diseñamos.

            Las personas que pasaron por nuestras vidas.

            Las mañanas que te invitan a seguir adelante, cueste lo que cueste. El colibrí que me visita todas las tardes, mi mate, mis silencios, mi pensamiento colgado en alguna fantasía, mis ojos mirando las palabras que garabateo en el papel.

 

            El insomnio de los insomnes.

            Las lágrimas de los que sufren.

            El incomprensible lugar de la locura.

            Los truenos de esta noche tormentosa, y las luces del barrio que se van apagando una a una, porque ha llegado la hora del descanso. Fin.

 

                                                                   Paz.  Lera.